Pregunta: A menudo me descubro enojado y crítico después de observar un partido de fútbol de mi hijo y me pillo volviéndome verdaderamente sentencioso y negativo respecto de los entrenadores o árbitros, e incluso de mi propio hijo. ¿Por qué ocurre esto?
Discusión: En primer lugar, no se preocupe, no es el único, a muchas personas les ocurre lo mismo. Un estudio de la Universidad de Maryland concluyó que un 53% de los padres encuestados después de observar a sus hijos jugar fútbol dijo estar, en cierta medida, enojado durante los partidos. Los factores irritantes que se mencionaron con mayor frecuencia fueron los árbitros (35%) y su propio hijo o el equipo de su hijo (28%).
Gran parte de esto puede provenir de temas no resueltos de nuestro pasado. Si bien estos temas normalmente se encuentran apenas bajo la superficie, cuando se trata de nuestros hijos, y ellos están interactuando de forma dinámica con otros niños, surge algo instintivo en nosotros que cala muy hondo. No nos engañemos. Ver a nuestros hijos practicar deportes con otros niños es algo que puede provocar el mayor placer y el mayor dolor; puede ser una experiencia instintiva y cruda. Cuando estamos ahí, muchos de nuestros propios temas no resueltos salen a la luz. Nuestros hijos nos llevan a eso. Es la razón por la que criar es el camino más asombroso. Pero en deporte, nos llevan ahí rápidamente. Ser un padre en el deporte nos brinda la gran oportunidad de darnos cuenta qué está pasando con nuestras propias emociones, y es mucho más barato que la terapia.
Un padre con el que conversamos dijo tener problemas para contenerse y no criticar a su hijo cuando comete errores en un partido, y cuando van al parque a jugar básquetbol o a tirarse la pelota, su hijo se frustra y quiere dejar de jugar muy luego. Cuando el padre analizó con atención lo que estaba ocurriendo, se dio cuenta de que en lugar de divertirse con su hijo, se pasaba todo el tiempo “instruyéndolo” sobre cómo hacer una bandeja o lanzar un balón adecuadamente, analizando cada uno de sus movimientos. Es por eso que se había transformado en una obligación para el niño.
Cuando el papá analizó su propia niñez, se dio cuenta de que la razón por la que presionaba tanto a su hijo y quería que jugara a la perfección podría deberse a que su propio padre lo hacía competir todo el tiempo con sus hermanos. “No había jugarretas”, indica. “Siempre había una agenda”. Todo estaba reglamentado y orientado a los resultados. El padre comprendió, entonces, que su ansiedad por el desempeño de su hijo se debía a sus propias inseguridades de niño.
Solución: La mejor manera de romper ese patrón generacional es darse cuenta de él, y luego prestar atención y contenerse cuando tenga el impulso de interferir con la experiencia deportiva de su hijo. Es posible que se sienta obligado a decir algo sentencioso sobre el desempeño de su hijo, o sobre el entrenador o el árbitro. En ese momento, puede aplicar lo que llamamos la regla de “contar hasta tres”. Es lo que antes se conocía como la regla de “contar hasta 10”, pero, como saben, el rimo de vida ha cambiado, así que con contar hasta tres basta. Hágase tres simples preguntas antes de decir cualquier cosa:
1. ¿Es verdad?
2. ¿Es afectuoso?
3. ¿Es necesario?
Es posible que su respuesta sea: “¡es verdad! Realizó un pase malísimo. Ni siquiera se está esforzando tanto”. Pero luego se pregunta: “¿es afectuoso?”. La mayoría de las veces la respuesta es no. Y ¿es necesario?, ¿es estrictamente necesario? Casi nunca. Pregúntese qué logrará criticando. En la mayoría de los casos, una vez que haya respondido estas tres preguntas, decidirá resistir el impulso de hacer el comentario.
La respuesta que recibimos de las decenas de miles de personas del movimiento Simplicity Parenting (que surgió del primer libro de Kim del mismo nombre) que practican este simple ejercicio en sus vidas diarias es muy positiva. Lo que más escuchamos es que cuando reflexionan posteriormente, se sienten complacidos y orgullosos de sí mismos. Fueron capaces de contenerse, lo que es mucho. Esa moderación los ha ayudado a ser mejores padres, mejores compañeros y mejores colegas de trabajo. No se trata solo de una lección deportiva, es una lección de vida ♦
From Kim John Payne, Luis Fernando Llosa, & Scott Lancaster. Más allá del triunfo: Cómo educar a tus hijos de manera inteligente en un ambiente deportivo toxicó, Lyons Press, (Connecticut, 2013)