Un entrenador, un jugador y bullying

Entrenadores y padres deben hacer frente a las dinámicas sociales negativas con el fin de generar una zona de protección para cada miembro del equipo. Si no actuamos, si no hay consecuencias, nuestros discursos sobre un comportamiento adecuado no sirven de nada. Los niños regresan a la conducta a la que fueron condicionados, que se infiltra en el mundo que los rodea. ¿Qué podemos hacer? Whole Child Sports lucha por forjar un ambiente relativamente seguro y enriquecedor en el que los niños se sientan tanto exigidos como protegidos.

En este capítulo analizamos temas como el bullying, los insultos, las humillaciones, la jerarquía en el equipo y el favoritismo dentro del actual contexto tóxico del deporte juvenil. Ofrecemos sugerencias y soluciones que crean un escenario más sano para el desarrollo deportivo de su hijo.

Un entrenador, un jugador y bullying

El director Andrew Zitoli, de la secundaria junior Millis de Walpole, Massachusetts, se ha vuelto un ejemplo en su escuela y en todo el país. Les habla a estudiantes, profesores, entrenadores y administradores acerca del bullying y creó un programa modelo contra el bullying para los alumnos de quinto y sexto grado de su colegio. A principios de su carrera de tres décadas como educador y entrenador, Zitoli tuvo una experiencia que pone énfasis en el papel que juegan los adultos al respaldar una cultura en la que el acoso se arraiga y expande, y que ha incentivado su cruzada contra el abuso hasta hoy.

“Cuando era profesor en la escuela, también trabajaba como entrenador de fútbol americano de secundaria en uno de los equipos de más alto nivel en el estado de Massachusetts”, dijo. “Todos los días hacía clases en quinto grado y, después de la escuela, trabajaba como entrenador de línea ofensiva. Los entrenadores de línea no son tipos con sutileza, más bien son cascarrabias e irritables. Es una mentalidad totalmente distinta”.

“Un par de años antes, tenía en mi clase a un alumno de quinto grado llamado John, un niño realmente agradable, el tipo de chico que es amigo de todos. Cuando estaba en octavo grado, se me acercó y me dijo: ‘Sr. Zitoli, voy a inscribirme en fútbol americano el próximo año’. ‘Fantástico’, dije. ‘Vas a aprender todo acerca del trabajo en equipo, liderazgo y entrega”.

Zitoli estaba orgulloso del programa de fútbol americano. Era clásico y muy exitoso. Ese verano, vio a John en el campamento de pretemporada. “Éramos duros”, dijo. “Francamente, nuestro objetivo era aniquilar a los niños por una semana”.  John era un estudiante de noveno grado de 14 años y el entrenador Zitoli trabajaba con el equipo universitario, por lo que no interactuaban mucho. Pero un día, casi al término de un extenuante entrenamiento vespertino —los niños ya llevaban entrenando cerca de siete horas entre los ejercicios de la mañana y la tarde—, los chicos estaban muy lentos. Los entrenadores alternaban dos escuadras ofensivas contra la defensiva titular, que incluía a los estudiantes de noveno grado. John era uno de los acarreadores.

“Teníamos cerca de 70 chicos allí, todos gritando y ejecutando las jugadas”, señaló Zitoli. “Y noté que John realmente se estaba rezagando. Cuando pasó cerca de mí, le dije: ‘¡John! Mueve tu trasero’. ‘Ándate a la m…’, respondió. Hubo un silencio sepulcral. Eso no se hacía en ese programa. Fui hacia el grupo y lo agarré de la máscara del casco, lo acerqué hacia mí y le dije: ‘Nunca vuelvas a hablarme así o te partiré la maldita cabeza’. Y empujé levemente su cabeza”.

El entrenador principal se paró entre ellos y todos se calmaron. Cuando finalizó el entrenamiento, 15 minutos más tarde, Zitoli se acercó a John, que estaba junto al entrenador principal.

“Entrenador, estoy tan cansado”, dijo John a Zitoli. “Tengo ampollas. No estoy en forma, me estoy muriendo. Siento tanto haberle dicho eso”.

“Está bien, John”, respondió Zitoli. “Por favor no vuelvas a hablarme así. Siempre voy a cuidarte”.

Eso fue todo, pensó Zitoli: un momento acalorado, una disculpa, lección aprendida. Los chicos regresaron a sus dormitorios. Diez minutos más tarde, dos capitanes llegaron corriendo donde estaban los entrenadores. “Hirieron a John. Está herido”, gritaban. Los entrenadores encontraron a John retorciéndose de dolor; uno de los chicos de último grado había decidido encargarse él mismo de enseñarle a John que nadie le hablaba a un entrenador de esa manera. Lo había azotado contra el piso y le había dislocado el hombro.

“Es una de las lesiones más dolorosas que puedes sufrir”, sostuvo Zitoli, que pasó cerca de 15 horas en el Hospital Hyannis con John, a quien le inyectaron analgésicos mientras esperaba la llegada de un especialista. “El lugar estaba tan lleno que de verdad tuve que ayudar a poner el brazo en su lugar, porque no había enfermeras disponibles para hacerlo”, recordó. “Cuando digo que se retorcía de dolor, es porque de verdad se retorcía de dolor”. Después de tres cirugías, quedó claro que John nunca volvería a enderezar su brazo.

Zitoli estaba pendiente de John en la escuela. “Lo veía de vez en cuando y le preguntaba cómo estaba”. Su pelo creció, sus pantalones se volvieron más holgados. Al año siguiente, en el mismo campamento de pretemporada, el entrenador principal reunió al equipo una noche y les dijo: “Amigos, John se suicidó”. Zitoli estaba desconsolado, pero no fue sino hasta varios años más tarde, cuando relató esta dolorosa historia durante una charla contra el bullying que dictó en una conferencia, que realmente se dio cuenta lo que había hecho. Cuando finalizó la charla, una mujer se le acercó y le dijo que al recriminar a John públicamente, frente a sus compañeros —luego que el chico lo insultara— Zitoli, sin darse cuenta, había avalado el violento ataque que sufrió esa noche a manos del compañero. “Comenzó con usted”, indicó. “Usted le hizo bullying primero al chico”.

¿Cómo evito los comentarios inapropiados de los adultos?

En el camino de regreso a casa después del partido de mi hijo, a menudo me doy cuenta de que no puedo evitar sumarme a sus críticas hacia otros jugadores, padres o entrenadores. Mi padre y yo solíamos hacerlo. Era un poco malvado pero también divertido. Más tarde me sentía incómodo por lo que había dicho. ¿Qué puedo hacer al respecto?

Discusión: En primer lugar, tenemos que recordar la importancia de mantener un grado de separación entre nosotros y nuestros hijos. Como sociedad, ya no es tan fácil distinguir entre lo que es apropiado en las conversaciones con niños a diferencia de aquellas con adultos. Es posible que sienta que compartir estos comentarios picantes lo acerca más a su hijo, pero, en realidad, lo que hacemos en esos momentos es enseñar a nuestro hijo un comportamiento antisocial. Lo que realmente  está ocurriendo —¿y quién no lo ha hecho?— es que estamos ayudando a nuestro hijo a consolidar prejuicios y enseñándole a etiquetar y deshumanizar a otras personas. Es posible que tenga razón en lo que dice —“¿Qué le pasa a Jenny? Siempre tiene que ser el centro de atención”—, pero al reforzar esto con su hija, le está enseñando a enfocarse en lo negativo. Es solo una perspectiva, una forma limitada de mirar las cosas y, como hábito, es un paso hacia la formación de una cultura de bullying.

Solución: Si sabe que tiene esta tendencia, y se le escapa este tipo de comentario espontáneo, muestre a su hijo de manera muy simple y factible que puede enmendar los comentarios irreflexivos teniendo el valor para replantearlos. Por ejemplo, su comentario espontáneo podría ser algo así como: “¿Qué estaba pensando la entrenadora Coltrane cuando pidió la defensa uno a uno al final de un partido tan reñido? ¡Nuestra defensa en zona iba tan bien!”. Está bien, en realidad no es tan malo, si se toma de forma aislada, pero a menudo es parte de un patrón que abre las puertas para que su hijo también se vuelva negativo e irrespetuoso. Puede replantearlo con algo como: “¡Uy!, eso sonó agresivo. Lo que quise decir es que debo encontrar el momento adecuado para preguntarle a la entrenadora Coltrane por qué hizo el cambio a la defensa uno a uno. Me gustaría comprender su lógica”. Es muy importante ayudar a nuestros hijos a entender la diferencia entre críticas irreflexivas y pensamiento crítico. Concluimos que este método de replanteamiento es una manera eficaz de alejarse del hábito de criticar (para más detalles remítase al punto “Estrategias frente a las críticas e insultos”, ubicado más adelante en este capítulo).

Si eso es demasiado formal para usted, puede detenerse y autocorregirse en voz alta. “Esto no está bien, Jake. Imagina que Tony y sus padres estuvieran diciendo lo mismo sobre nosotros. No nos gustaría en absoluto”. Los niños lo comprenden y reajustan su pensamiento porque lo personalizó para ellos. ♦

From Kim John Payne, Luis Fernando Llosa, & Scott Lancaster. Más allá del triunfo: Cómo educar a tus hijos de manera inteligente en un ambiente deportivo toxicó, Lyons Press, (Connecticut, 2013).