Durante su duelo con Tiger Woods en la ronda final del Doral Open en marzo, los aficionados al golf pudieron comprobar todo lo que ofrece Camilo Villegas: físico de estrella de cine, bíceps perfectos, ropa vistosa y drives de 300 yardas. Además, vieron una y otra esa extraña postura, casi arácnida, que adopta para leer el Green. Ese movimiento – un curioso híbrido entre postura de yoga y flexión de pecho – le ha dado a Villegas, un colombiano de 24 años recién llegado al PGA Tour, lo único que le faltada: un apodo. En su país lo llaman El Hombre Araña.
El nombre demuestra que Villegas es un auténtico superhéroe. Durante toda la semana en el Doral, la numerosa población latinoamericana de Miami le proporciono un apoyo enorme; y en su país había tantos compatriotas pendientes de la TV el domingo por la tarde para ver su desafío con El Tigre que parecía que jugaba la selección national colombiana de fútbol. Unos 30 periodistas de habla hispana se dieron cita para la ronda final, y a la mañana siguiente Villegas salió en primera plana en los seis diarios más importantes de Colombia. El canal por cable colombiano CityTV transmitirá 28 torneos del PGA Tour en el 2006. “El impacto de Camilo ha sido tremendo”, afirma Manuel de la Rosa Manotas, presidente de la Federación Colombiana de Golf. “Está haciendo por el golf lo que Juan Pablo Montoya hizo por la Formula Uno: establecer una tradición aquí y generar una expectativa enorme”. El golfista sueco Jesper Parnevik es aún más sucinto: “Es un joven Marlon Brando latinoamericano”.
Camilo es el mayor de dos hermanos nascidos en Medellín, hijos de Fernando Villegas y Luz Marina Restrepo. “Ambos somos arquitectos”, dice luz. “Hemos tenidos momentos buenos, pero también hemos sufrido dificultades económicas. Si no hubiera sido por las becas de golf de nuestros hijos, no habríamos podido enviarlos a una universidad de Estados Unidos”.
Fernando, un apasionado deportista, fue en 1980 campeón nacional colombiano de trial, una especie de motocross que requiere fuerza e equilibrio. Eso explica el primer amor de Camilo: la bicicleta BMX. Tendría unos seis años cuando, entre él y otros 14 amigos, hicieron un fondo común y construyeron una pista detrás de su complejo de viviendas. Después vinieron incontables caballitos y rodillas lastimadas, pero Villegas desarrollo una audacia y una seguridad en sí mismo que llevaría desde la pista de tierra hasta el fairway.
Su primer contacto con el golf llego ese mismo año, caminando de la mano de su padre por los nueve hoyos del Club Campestre de Medellín, una cancha con desniveles en medio de la cuidad. Aquel día Camilo no jugo, pero cuando por fin agarró un palo mostró la determinación que tanto le serviría en el futuro. “Una vez estaba jugando”, cuenta Fernando, “y vi que Camilo se había retrasado en un bunker. Le pidió a mi caddie un madero cuatro Ping nuevecito y le dio golpes a la arena hasta destrozarlo”. Aquel crio tan tenaz empezó a acompañar a Rogelio González, el profesional del club. Le llevaba la toalla y el agua e imitaba su swing.
Bajo la tutela de González, Villegas se convirtió en un aficionado de primer nivel y viajo por todo el mundo con la selección national junior de Colombia. Entonces, su compañero de equipo Camilo Benedetti, también nascido en Medellín y dos años mayor que él, le presento a Buddy Alexander, el entrenador de golf de la Universidad de Florida.
“La conexión colombiana nos dio suerte”, afirma Alexander. El primer año de Villegas en Florida, entre los dos Camilos lograron que la institución obtuviese el campeonato de la NCAA del 2001. Villegas fue nombrado por primera vez (lo ha sido cuatro veces) miembro del equipo All-America de golf. Lo que más sorprendió a Alexander fue la transformación de su pupilo colombiano, que en seis meses pasó de ser un chico flacucho de primer año a un fornido alumno de segundo. “Siempre se quedaba a trabajar en el gimnasio”, dice Alexander, que vio como Villegas, que mide 5’9”, aumentaba 30 libras. “A veces tenía que obligarle a reducir el peso que levantaba. Cuando llegó, vi que podía ser un gran jugador, pero su paso por la sala de pesas lo hizo mucho más fuerte y capaz de enviar la pelota mucho más legos. Ahí fue cuando se convirtió en una figura”.
Villegas mostraba la misma determinación en otros aspectos de su vida. Estudiante de administración de empresas, se graduó con un promedio de 3.78 sobre 4 y fue nombrado dos veces miembro del equipo académico All-America. Sigue viviendo en Gainesville, Florida, donde está la universidad, y comparte un apartamento con su hermano Manuel, estudiante de segundo año que juega al golf con los Gators. “Cuando entras en su vestidor no ves ropa sucia en el suelo”, comenta Manuel. “Sus pantalones y camisas están bien colgados y ordenados por colores. Y todos los ganchos de las perchas apuntan en una misma dirección”.
Camilo, harto de que le pregunten sobre esta obsesión suya, dice sencillamente: “Me gusta saber dónde están mis cosas”.
Las tendencias obsesivas pueden ser contraproducentes en el golf. Alexander, que guarda varios cuadernos de medidas de hoyos que recopiló Villegas en la universidad y se los muestra a los jóvenes golfistas de los Gators, afirma que el perfeccionismo de este jugador es “un arma de doble filo. Puede ser demasiado duro consigo mismo”. En febrero, cuando embocó el hoyo 18 y acabó segundo en el FBR Open de Arizona, Villegas na estaba exultante tras el mejor resultado de su historia, sino furioso con su forma de tirar al hoyo. Una semana después, contrató al sicólogo deportivo Gio Valiente.
“Cada vez que Camilo se disponía a tirar al hoyo, pensaba en todos los putts que había errado o se ofuscaba tanto con la mecánica de golpe –¿dónde está la cara del palo? ¿y la varilla?– que olvidaba que el propósito de darle a la pelota es simplemente embocarla”, cuente Valiente. Con la ayuda de Valiente, el golfista colombiano ha mejorado notablemente. Antes de FBR ocupaba el puesto número 152 de Tour en putts por green reglamentario. El 7 de mayo, estaba empatado en el puesto 35. “Ahora intento ser creativo y estar más relajado cuando llego al green”, afirma.
Si consigue dominar su putt no habrá límite para Villegas, que a principios de mayo ocupaba el sexto puesta en distancia del drive (307.5 yardas). También es muy bueno con el hierro. “Tiene un swing muy compacto”, dice Alexander. “No es ni muy complejo ni muy técnico”.
Como todo buen superhéroe, Villegas tiene una característica del Hombre Araña que compensa cada uno de los rasgos del afable Peter Parker. Puede que le guste combinar el cinturón con los zapatos en la intimidad de su dormitorio, pero en la cancha, como el mismo dice, “Me gusta apuntarle al hoyo”. Algunos observadores opinan que Villegas debería restarle agresividad a su juego, pero su propia naturaleza se lo impide.
En el campus de Gainesville, el límite de velocidad es de 20 mph y Villegas circulaba en su Yamaha Zuma al doble de velocidad. “La policía del campus lo paró unas cuantas veces”, dice Benedetti. Alexander estaba muy al tanto de esto. Tal como lo cuenta Villegas, “Un día le dije: ‘Señor Entrenador, vamos a almorzar’. Subí de un salto a mi scooter y fui junto a su coche. Cuando llegamos a un semáforo me di la vuelta sonreí y salí disparado”. Villegas se alejó a toda velocidad haciendo un caballito … y se llevó un buen reto cuando Alexander lo alcanzó.
¿Qué más? “A Camilo le gustaba beber y divertirse”, dice Benedetti. Le sigue gustando. En marzo, cuando Villegas se aproximaba al 8 tee en el Honda Classic de Palm Beach, un espectador algo ebrio le grito: “¡Eh, Camilo! ¿Quieres una cerveza?”.
“Quiero dos”, replicó Villegas provocando una risa generalizada entre el público. “Una para mi caddie”.
Cuando va a Colombia, a Villegas le gusta ir al lago Ayapel, que está a 40 minutos de distancia en avión desde Medellín. Allí puede descansar un rato en la piscina y disfrutar de la emoción de montar en una mota de agua o en el ultraligero biplaza de su mejor amigo. “Mi amigo despega y me deja los mandos”, cuenta. “Yo no tengo más que agarrarlos y volar”.
Con los pies otra vez en la tierra, Villegas quiere que el golf sea un deporte más importante en Colombia. Sólo hay 55 campos en todo el país y en Bogotá hubo que esperar hasta el 2004 para que se abriese el primer campo de prácticas público. Colombia y sobre todo Medellín son más conocidos por el tráfico internacional de narcóticos. Pero al antioqueño no le asusta jugar con la relación entre Colombia y las drogas. En un nuevo spot publicitario de Cobra, que sólo se verá en Internet, a Villegas le preguntan cómo consigue enviar la pelota tan lejos. En una parodia del traficante de cocaína más famoso del cine –Tony Montana (Al Pacino) en Scarface– Villegas muestra la cabeza de un driver Speed Series de Cobra y dice: “Saluda a mi … no tan pequeño amigo”.
El anuncio demuestra, aunque con ironía, hasta qué punto Villegas se ha convertido en símbolo de su país. “Sé que hay muchas expectativas”, asegura, “sobre todo en Colombia. Pero yo estoy aquí para divertirme y aprender”.
En cuanto a su imagen de ídolo, Villegas le resta importancia. “¿Eso me va a hacer mejor golfista?”, pregunta. “No. ¿Voy a vivir de eso? No. Lo que importa es jugar bien al golf”. ♦