Cuando los parientes y amigos de Lorena Ochoa se abalanzaron sobre ella al Campeonato Corona Morelia en octubre, y la envolvieron en una bandera mexicana para festejar su primer triunfo en un torneo de la LPGA en su tierra natal, estaban comenzando sólo una de las tantas celebraciones del año.
En lo que fue sin dudas la mejor campaña de una deportista latina en le 2006, Ochoa fue nombrada Jugadora de Año de la LPGA después de registrar seis victorias en 25 arranques, 20 ubicaciones entre las primeras 10 y el menor promedio de golpes (69.24). Además, logró encender los corazones de sus compatriotas expatriados en los campos de golf de todo Estados Unidos al saludar al personal hispano de las cocinas y de las canchas, y alzar la voz para defender sus derechos como inmigrantes.
Al ingresar a la LPGA en el 2003 luego de una exitosa campaña universitaria en Arizona, Ochoa fue recibida como la jugadora con más posibilidades de derrocar a Annika Sorenstam de la cima del golf femenino. Pero, en vez de ello, Ochoa desarrolló la reputación de una jugadora que se derrumbaba cuando estaba bajo presión. La más impresionante de sus caídas en rondas finales se produje durante el Abierto Femenino de Estados Unidos de 2005, cuando llegó al último hoyo un golpe detrás de la líder, pero sólo para desviar su drive hacia el agua y terminas con un fatídico cuádruple bogey.
Ochoa, de 2 años, finalmente logró encontrar su equilibrio este año en el torneo Kraft Nabisco, que terminó el 2 de abril. Después de pasar la ronda final con una ventaja de tres golpes, pegó bogeys en los hoyos 12, 13 y 15, quedando a la zaga, para luego recuperarse con un dramático Eagle en el 18 y forzar una definición con quien resultó ganadora, Karrie Webb. Ochoa dice que el haber superado los momentos difíciles de esa ronda le dieron la confianza que necesitaba para algún día ganar su primer torneo de Grand Slam.
Durante la semana del Nabisco, la diminuta e intensa mexicana también fue motivada por la situación apremiante de muchos de sus compatriotas. Vio una foto un periódico que mostraba a más de medio millón de personas reunidas en el centro de Los Ángeles, protestando contra la deportación de los inmigrantes indocumentados y la legislación que se discutía en el Congreso para penalizar su presencia. “Se me puso la piel de gallina”, dice Ochoa. “Estoy muy preocupada sobre este asunto. Hay tantos mexicanos en Estados Unidos que trabajan muy duro para sustentar a sus familias aquí y en su tierra. Ellos valoran las oportunidades que tienen en este país”.
Desde entonces, mientras viaja de torneo en torneo, Ochoa se ha propuesto contactarse con tantos latinos como le sea posible. Los trabajadores de las canchas de golf y de las cocinas en los clubes en que se realizan los torneos de LPGA han convertido en rito el hacer un alto en sus labores para saludar a su campeona. Esta victoriosa joven mexicana encarna los éxitos que ellos buscan en una tierra extraña, en donde las oportunidades a menudo traen consigo el aislamiento de sus familias y su cultura.
En el Clásico Takefuji de la LPGA en Las Vegas, jugado a mediados de abril, Ochoa le dio la mano a los trabajadores que, mientras construían condominios junto al campo de juego, habían levantado una sábana como lienzo con palabras de aliento para jugadora. El 25 de abril en Orlando, durante una ronda de práctica del Abierto Ginn, Ochoa se detuvo en varios hoyos a platicar con los jardineros que plantaban flores. “No es arrogante”, dice José Manuel Ceja, quien encabezó la cuadrilla de 25 mexicanos que trabajaba en la concha Dinah Shore durante el tornea Kraft Nabisco. “Lorena para y habla con todo el mundo. Nos pregunta cómo están nuestras familias”. La familia es fundamental para Ochoa, quien viene de un clan muy unido de Guadalajara. Se crió cerca del Country Club de esa ciudad junto a su padre, Javier, un ejecutivo de bienes raíces; su madre, Marcela, artista; dos hermanos –Javier, ahora de 32 años, y Alejandro, de 30– y una hermana, Daniela, de 22.
“Su tremenda popularidad en su país aceleró en muchos años los planes del tour de expandirse de la LPGA, Chris Higgs. El Clásico MasterCard, disputado cerca de Ciudad de México, y el Campeonato Corona Morelia, en Michoacán fueron agregados al calendario de la LPGA en el 2005. Este año, el Corona fue organizado por Ochoa Sports Management, la compañía que Lorena creó con su hermano Alejandro hace cuatro años. Ochoa Sports está construyendo también tres campos privados de golf en México y una cancha pública de práctica en Guadalajara. La fundación de caridad creada por Lorena le da clases de golf y rondas de práctica a los hijos de los caddies de Guadalajara. “Ella es una princesa en México”, dice la jugadora Natalie Gulbis, quien jugó en pareja con Ochoa en el Clásico MasterCard de este año. “Es una locura. Tenía que andar con seis guardaespaldas”.
Ochoa vuelve a Guadalajara a recargar energías cada vez que puede. Fue ahí donde se recuperó del agotador y decepcionante fin de la temporada 2005 y donde de inmediato inició su entrenamiento para el 2006. Se pasó todo diciembre corriendo, levantando peses y siguiendo una estricta dieta destinada a reducir el exceso de grasa de su cuerpo. (Ochoa, que mide 5’5’’, pesa sólo 110 libras.) También comenzó a practicar yoga, lo que, según ella, le ha mejorado la concentración y ayudado a mantener la calma en situaciones de alta presión.
A pesar de su buen carácter, Ochoa tiene un fiero espíritu competitivo que se vio estimulado cuando, de niña, tuvo que luchar por la aceptación de sus hermanos mayores y sus amigos. “Lorena insistía en hacer lo mismo que nosotros”, dice Alejandro. “A los ocho años no acompañó en un paseo a caballo de tres días por 80 kilómetros de montañas rocosas en las afueras de Guadalajara. Cuando cabalgábamos hacia la playa y metíamos los caballos al agua, ella nos seguía y nadaba, agarrándose de las crines del caballo”.
Así que resulta natural que los ojos café de Ochoa se achicaran cuando le preguntaron en mayo sobre la dificultad que tenía para ganar un torneo cuando competía con Sorenstam. (Cuatro de sus cinco victorias hasta ese entonces habían ocurrido en torneos en que la sueca no participaba.) “Estoy lista”, dijo “¡Que venga!”.
Esta confianza impulsó su impecable desempeño en el Campeonato Mundial Samsung una semana después del Corona. Libró una intensa batalla con Sorenstam, recuperándose de un déficit de tres palos para superar a la sueca y anotarse su quinta victoria del año. (Su sexto triunfo, en el Torneo de Campeonas, y su segundo lugar en el Campeonato ADT, aumentaron sus ganancias del 2006 a 2.59 millones de dólares.) Y, claro, también está la inspiración de sus compatriotas inmigrantes. “Quiero darles algo que celebrar en estos tiempos difíciles”, dice.
“Yo también vine a este país. Sé lo que es estar separada de tu familia. Hubo tiempos en la universidad en los que casi me di por vencida y me regresé a casa. Pero me quedé porque quería ser la mejor golfista del mundo”.
Misión cumplida.♦