Un día, mi hijo y yo (Luis) estábamos caminando por un parque y nos topamos con un partido de fútbol de barrio. Tres hermanos que conocemos, de entre seis y once años en ese momento, jugaban contra tres niños que acababan de conocer. Parecía que lo estaban pasando muy bien, pero Anthony, el menor de los hermanos, estaba llorando. Su hermano de nueve años, Mark, lo estaba recriminando por no haber logrado quitar la pelota.
“Eres pésimo, Anthony. Eres el peor jugador que he visto”.
“Sí, siempre lo arruinas todo”, añadió Josh, el hermano mayor.
El partido continuó por algunos minutos más hasta que Anthony se alejó, mordiendo su labio inferior con frustración, y Mark y Josh comenzaron a empujarse entre ellos.
“Si hubieras podido, aunque sea, patear derecho, habríamos anotado cinco goles más, fracasado”, dijo Mark a Josh.
Me acerqué a su madre, que estaba sentada en una banca del parque leyendo una revista, y le pregunté: “¿Qué ocurrió? ¿Por qué sus hijos dejaron de jugar? ¿Por qué están peleando?”. Ella me miró y se encogió de hombros, molesta. “Siempre son así; ahora apenas pueden jugar juntos. Mark es muy bueno para los deportes, es extremadamente competitivo, pero ya sabes, los niños son así. Les importa tanto ganar que a veces pueden ser extremadamente crueles”.
Yo asentí con la cabeza y me alejé. Me preguntaba por qué esta madre se había dado por vencida y había dejado de controlar los arrebatos de su hijo de nueve años. ¿Por qué había decidido que este tipo de comportamiento simplemente es parte de la vida y debe tolerarse? Que dominar, recriminar y menospreciar, ser sarcástico, cínico o hiriente, forma parte del ADN de un niño. ¿Qué dice esto de nuestra cultura deportiva? ¿Qué nos dice sobre nuestras expectativas conductuales para nuestros hijos?
Esto no es simplemente algo sobre lo que hay que reflexionar; es serio. Hace poco casi pongo fin a un partido de fútbol que estaba arbitrando porque los niños se estaban empujando, atropellando y dándose codazos unos a otros, en lugar de jugar correctamente. Era la única manera de interactuar en la cancha que conocían. ¿Su edad promedio? Siete años.
¿Deben ser de esta manera los deportes? Queremos que nuestros hijos tengan más valores humanos a medida que crecen, y que no los pierdan. Queremos que descubran su propio potencial humano durante sus interacciones sociales, a través de actividades como el deporte. Ellos juegan para divertirse, conocer amigos, desarrollar habilidades y descubrir su propia creatividad, pero muy a menudo vemos a niños imitando y repitiendo el comportamiento tolerado por adultos en la cancha. Cuando una competitividad cruel incentiva la deshumanización de otro niño, ¿por qué lo dejamos pasar? El mensaje que reciben nuestros hijos es que “para tener éxito, tengo que degradar a ese otro niño. Es la única manera de ser más grande, mejor; de ser el mejor”. Si un niño está compitiendo contra otros equipos, o incluso sus propios compañeros de equipo, ¿debe degradarlos para poder lucirse?
En su trabajo con niños en los campos de refugiados y zonas de guerra en Irlanda del Norte, el sur de África y Camboya, Kim John Payne presenció de cerca las perturbadoras dinámicas sociales que pueden conducir al genocidio. Un genocidio ocurre cuando un grupo completo de personas deshumaniza a otro. Crea una cultura en la que actos negativos contra las personas se toleran, perdonan y, lo peor de todo, se hacen normales. Esto es lo que estaba ocurriendo en el parque —en una escala mucho menor— cuando la madre con la que conversé, sin darse cuenta, consideró normal el comportamiento de su hijo Mark durante el partido de fútbol al aceptar la actitud cultural de que “así son los niños”. ¿La deshumanización de un hermano o jugador a manos de otro es el status quo cultural en los deportes juveniles de Estados Unidos?
Cuando Kim les habla a los estudiantes de escuela media y secundaria sobre las dinámicas del genocidio, estos se muestran muy interesados, fascinados. Quieren saber qué pueden hacer personalmente para cambiar un mundo tan intolerante. ¿La respuesta de Kim? Los invita a modificar su propio comportamiento en los pasillos, vestidores y patios de la escuela: “Cada vez que ofendes a un compañero de colegio, lo insultas o intimidas, contribuyes un poco a deshumanizar a esa persona”, les dice. “Cada vez que evitas una humillación, o la replanteas —si lo has dicho sin pensarlo— ayudas a crear una cultura más tolerante e inclusiva”.
Una cultura de humillación y bullying deshumaniza. Por lo tanto, cada vez que evitamos hacer un comentario sarcástico, cada vez que nos abstenemos de insultar o frenamos el impulso de un niño de ofender a un compañero de equipo, nos oponemos al tipo de comportamiento que, en su forma más extrema, puede terminar en genocidio. Los insultos, el bullying y las humillaciones se alimentan de una cultura que permite la deshumanización de una persona o raza por parte de otra.
Este es un comportamiento angustiante para todos nosotros. Cuando todo un pueblo trata a otro pueblo como si fueran algo inferior a los humanos, pueden ocurrir cosas horrorosas. ¿Qué relación tiene —podría preguntarse— esta imagen extrema y espeluznante con un libro de crianza deportiva juvenil? Si piensa que somos inapropiados o, al menos, excesivamente dramáticos, deténgase por un momento y piense en los mensajes transmitidos y reforzados a diario en el ambiente de los deportes juveniles. Recuerde las fuertes riñas que surgen en los partidos de la liga infantil de fútbol americano Pop Warner entre los adultos; en los equipos de secundaria enfrascados en disputas legales por rituales de iniciación abusivos, y el habitual abuso verbal por parte de entrenadores y compañeros de equipo que hace que cada año miles de niños abandonen los deportes.
Whole Child Sports defiende la humanidad de todos los niños, sin importar cómo luzcan o cuán bien o mal jueguen. Nuestra intención es establecer un estándar de comportamiento que defina con claridad lo que puede ser tolerado en los entrenamientos, partidos y en cualquier otra situación del equipo, porque vivimos en una cultura que, en cierto modo, se ha vuelto tolerante a humillaciones que pueden ser desde levemente hirientes hasta crueles; un mundo en el que el bullying y el elitismo a menudo están presentes; una sociedad donde el sarcasmo y el cinismo son una forma generalizada de humor y a menudo proliferan desenfrenadamente. No podemos permitir que esto rija el diario vivir.
Como padres, no podemos bajar la guardia. No podemos simplemente decir: “así son los niños”, “las niñas se ponen así a veces”, o “eh, así funciona el mundo, amigo. Abre los ojos”. Lo que Kim, Scott y yo hemos visto de forma repetida es que los niños pueden modificar su comportamiento —y lo harán— de acuerdo con los valores y expectativas claramente articulados por sus padres y entrenadores. Cuando los niños responden a una situación diciendo displicentemente: “todos lo hacen, entrenador. Así es el mundo”, la respuesta es bastante simple: “Así no es este mundo. En el mundo de este equipo de básquetbol, en este equipo de béisbol, en este equipo de fútbol americano, eso no está permitido. ¿El mundo exterior es así? Quizás. Tu comportamiento en otro lugar es asunto tuyo, no tengo influencia sobre eso, pero este equipo es mi ámbito de influencia y no vas a hablar o comportarte así en este equipo. Acá no te vas a salir con la tuya”. Ese es el tipo de entrenador que necesitan sus hijos.
Entrenadores y padres deben hacer frente a las dinámicas sociales negativas con el fin de generar una zona de protección para cada miembro del equipo. Si no actuamos, si no hay consecuencias, nuestros discursos sobre un comportamiento adecuado no sirven de nada. Los niños regresan a la conducta a la que fueron condicionados, que se infiltra en el mundo que los rodea. ¿Qué podemos hacer? Whole Child Sports lucha por forjar un ambiente relativamente seguro y enriquecedor en el que los niños se sientan tanto exigidos como protegidos. En este capítulo analizamos temas como el bullying, los insultos, las humillaciones, la jerarquía en el equipo y el favoritismo dentro del actual contexto tóxico del deporte juvenil. Ofrecemos sugerencias y soluciones que crean un escenario más sano para el desarrollo deportivo de su hijo.
From Kim John Payne, Luis Fernando Llosa, & Scott Lancaster. Más allá del triunfo: Cómo educar a tus hijos de manera inteligente en un ambiente deportivo toxicó, Lyons Press, (Connecticut, 2013).